Viajes, vivencias, contactos con otras cocinas y un carácter propio con base en la honradez de la cocina forman el concepto culinario de Ovillo.
Javier Muñoz- Calero Calderón da un paso adelante y vuelca su saber gastronómico en esta nueva etapa, libre de ataduras, como el actor que, cada día, sale al escenario a interpretar un papel. Todo está escrito, pero ningún día es igual desde el momento en el que se abre el telón. Clásica e internacional, así define Muñoz-Calero Calderón la cocina de Ovillo, que recoge un recetario tradicional de los lugares que han sido su campo base gastronómico. Sus influencias culinarias están bien definidas: Francia y Suiza, como sus escuelas de formación. Tailandia, donde el cocinero vivió un tiempo, empapándose de su cocina; y España, sobre todo Cataluña y País Vasco, donde se ha forjado también su carácter a los fogones.
La carta de Ovillo es corta, la más corta que Javier Muñoz-Calero Calderón ha hecho, probablemente, en toda su vida profesional. Porque el objetivo, en un ejercicio de libertad, es trabajar sin ella, y deshacerse de cualquier atadura. Hasta entonces, en la carta se plasman platos con sabor intenso y producto reconocible, preparaciones clásicas de recetas de distintas procedencias, sin fusión, conservando la tradición en la forma de elaborarse.